... y los libros sobrevivirán: un paseo por el futuro de libros
(this post has been written in english and spanish. The english post is HERE)
Este artículo ha sido escrito en el contexto de una presentación sobre el futuro del libro impartido en el TEDxMadrid, el 24 de Septiembre de 2011. Tuve menos de 5 minutos para hablar de un tema que llevaría horas y volúmenes de información, discusión y charlita, así que consideré que tenía sentido seguir ampliando este tema en un post.
He de agradecer especialmente a Antonella Broglia, organizadora del evento y absoluta entusiasta de mi idea todo el apoyo y pasión que le ha puesto.
Iré actualizando este post con el vídeo cuando esté editado y publicado en TED.
No dudéis en hacer comentarios y críticas (si pueden ser constructivas mejor :D). Es un tema que me apasiona y creo que puede salir algo interesante de este pequeño esfuerzo.
Para más información sobre quién soy o lo que hago, echa un vistazo a este blog o ve a about.me
Actualización (24/09/2011): al final del artículo tenéis la presentación ampliada de la charla TEDx.
Y ahora...
Introducción
Para aquellos que vivimos la cultura del libro como algo más que un recipiente que contiene información, estos son tiempos emocionantes. La llegada del libro electrónico, al contrario que otras versiones electrónicas de elementos de entretenimiento o cultura, como el "disco musical" o la "película", ha requerido mucho tiempo. Hace tan sólo unos días lamentábamos la pérdida de Michael Hart, fundador del Proyecto Gutenberg, que nació en 1971 para aportar al mundo el acceso sencillo y eficiente de libros electrónicos de dominio público. Mucho ha llovido desde entonces.
Pero con la llegada del dispositivo de Amazon, Kindle, y la adición en éste y otros aparatos de lectura de la capacidad de conectarse a internet, todo se aceleró. Y 2010 marcó el momento crucial con la aparición del iPad, la tableta de Apple. Unido al crecimiento en todo el mundo del número de "smartphones", móviles con capacidades avanzadas de navegación y utilización de aplicaciones, los usuarios comenzaron a darse cuenta de que, de la misma manera que ya accedían a su música (con Spotify o iTunes), a sus documentos personales y de trabajo (con GMail, o Evernote), o a las noticias del día a día (navegando por internet), podrían hacer lo mismo con sus libros.
Curiosamente, si uno se detiene a leer los comentarios tanto a favor como en contra de la llegada de este nuevo tipo de formato de lectura, se da cuenta de que no hay tanta diferencia con respecto a lo que ha ocurrido en otros momentos en los que la aparición de una nueva tecnología como el papiro, el códice, la imprenta o el formato de bolsillo, causaron numerosas discusiones acerca de cómo comprometía ese nuevo elemento "disruptivo" al futuro de la escritura y el libro. No pretendo en este artículo ir al detalle (para ello recomiendo la lectura de libros como "La Galaxia Gutenberg" o "Merchants of Culture"), pero sí es interesante recordar, por ejemplo, al estadista francés Guillaume-Chrétien de Lamoignon de Malesherbes, quien, en el siglo XVIII, exclamó que "La imprenta convierte al ciudadano en un ser aislado". Por supuesto, se refería a cómo los periódicos impresos hacían innecesarios aquellos púlpitos donde se presentaban y comentaban las noticias.
Unos siglos antes, justo cuando apareció la imprenta y los tipos móviles en Europa, ya el juez veneciano Filippo di Strata dejaba claro que la imprenta corrompe los textos, pues circulaban en ediciones llenas de fallos de manufactura, creados únicamente para beneficio comercial. Llegó a decir, de manera célebre, que "Est virgo hec penna, meretrix est stampificata", es decir, "La pluma es una virgen, la imprenta es una prostituta". Interesante que estas mismas acusaciones le lleguen al libro electrónico hoy en día.
Y podemos irnos incluso más atrás, cuando una de las mentes más preclaras de nuestra historia dijo que "[…] Porque es olvido lo que producirán en las almas de quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismos. No es, pues, un fármaco de la memoria lo que has hallado, sino un simple recordatorio." Sí, fue Sócrates... o mejor dicho, fue Platón quien en su obra Fedro, puso estas palabras en boca de insigne genio.
En definitiva, en cada etapa en la que ha habido algún tipo de revolución humanística, cultural o social, ha habido miedos sobre lo que le depararía al libro, o a sus lectores.
Pero el libro siempre ha sobrevivido, pues es la representación veraz y fehaciente de nuestras historias, nuestras experiencias y conocimientos. Podemos cambiar los formatos, las definiciones, pero nunca la esencia de lo que es un libro. Como dice aquél, si el libro no existiese, habría que inventarlo.
Entonces, ¿en qué momento nos encontramos? De la misma manera que la televisión comenzó siendo una radio con cabezas parlantes, hemos pasado por una época en la que un libro electrónico no dejaba de ser una representación muy exacta de lo que entendemos por libro físico: texto, imágenes, páginas, etc. Ya de por sí esto proporciona características muy interesantes, como el poder transportar cientos, miles de libros en el espacio de una libretita. Pero cuando se observa de manera clara cómo el otrora hermano pobre del libro, la página web, ha crecido de manera increíble proporcionando a los lectores relaciones entre textos, análisis contextuales, o modelos de negocio anteriormente inexistentes a partir del interés que un escrito o una pieza de contenido provoca en la gran masa de usuarios que pueblan la aldea global, no hay duda de que el libro electrónico se encuentra todavía en pañales.
Y, entre otras muchas cosas que nos sorprenderán en meses o años, una está clara. Que el libro está terminando su etapa en la tierra y se va a las nubes. No para desaparecer, sino para todo lo contrario. Para que se vea más fácilmente y desde cualquier sitio. Para que todo libro existente esté a nuestro alcance como nunca antes era posible. Es un concepto que yo llevo llamando "Libro como Servicio" desde hace un tiempo.
Pero el potencial deja este nombre como algo pequeño y limitado.
¿Qué es lo que nos espera? Pues esa es la gran pregunta que llena libros, blogs, conferencias y reuniones de café. Y no pretendo erigirme aquí en experto absoluto, pero sí creo que hay tres elementos fundamentales, que ya se encuentran entre nosotros, y que se construyen a partir del concepto de Libro como Servicio. Estos elementos son la Conversación, el Descubrimiento, y la Apertura. Veamos cada uno de ellos.
La Conversación
Siempre ha existido conversación alrededor del libro. De hecho, la conversación existe desde mucho antes de que el libro, el códice o la escritura misma existiesen. Es muy interesante cómo McLuhan abre la mente del lector en su libro la Galaxia de Gutenberg al considerar los cambios culturales que nos trajo la escritura.
Pero evidentemente, cuando una persona lee un libro, suele comentarlo con sus amigos, colegas, familia. Puede estar en un club del libro, o puede ayudarle a su proceso de ligue (quizá en un entorno muy intelectual, eso sí :) ).
La limitación existente, y que sólo hace poco tiempo hemos visto como tal, es que esta conversación se realiza fuera del libro. Sólo las notas al margen nos permitían una relación más intima entre el contenido del libro, nuestros pensamientos y los de otros lectores. Sonará un poco pedante, pero estoy seguro de que más de un lector comparte la fascinación que he sentido las ocasiones que, al coger un libro de una biblioteca, me encuentro con comentarios de otros lectores del pasado. Y cómo esas notas, en algún caso, me resultaron más interesantes que el propio libro. Un ejemplo temprano de experimentación en este aspecto es el que puede verse en un libro eminentemente técnico: Concrete Mathematics, de Graham, Knuth y Patashnik, y editado por Addison Wesley, donde los comentarios durante la revisión del libro por parte de sus estudiantes en Stanford fueron publicados como parte del propio libro. Yo me enamoré de esta obra cuando empecé mi carrera de Ingeniería Informática, aparte de por el tema y claridad con que se explicaban los autores, por lo interesante que resultaban esas notas. Algunas profundas, otras chistosas, otras olvidables, pero todas aportando un color al libro que no podría existir de otra manera. Me imaginaba a los profesores explicando el tema en cuestión, y yo en clase rodeado por esos "compañeros virtuales". Hay notas al margen históricas, como las de Sir Isaac Newton, Voltaire o las notas del Códice Emilianense, que se consideran las primeras frases escritas en castellano que son además muy bellas. En resumen, desde hace siglos las notas al margen de escritores e investigadores como Laplace o James Joyce se consideran parte imprescindible del contexto del libro. Pero también son, y afrontémoslo en un mundo como el que nos encontramos, estáticas, limitadas y escasas.
Lo que el libro en la nube nos permite es que la conversación ocurra dentro del libro. Paremos un segundo, y repito: DENTRO DEL LIBRO. Esto tiene, en mi opinión, mucha más importancia de lo que parece en principio. Porque si yo puedo dejar mis comentarios en el propio libro, y otros pueden hacerlo también, entonces tengo una conversación con mayúsculas (no lo que se lleva diciendo durante años que es posible con las nuevas tecnologías, sino conversación con propósito). Podemos imaginar tener sesudas conversaciones sobre la influencia de Ayn Rand en la política económica norteamericana, pero también podemos discutir los errores de guión de Chris Claremont en su Patrulla X, sobre pautas de pronunciación del élfico en El Señor de los Anillos, o aclarar dudas sobre el ejercicio 4 del apartado 3 del libro de Física. Y todo dentro del libro, por lo que el hilo de comentarios se encuentra contextualizado, y por tanto se entiende mejor.
Las plataformas de lectura actuales están trabajando en ello, y ya hay experimentos, como el de Commentpress que muestra parte del futuro.
Y no nos quedemos ahí. ¿Por qué sólo conversar con otros lectores? ¿Por qué no con el propio autor? Si la duda o comentario que tengo sobre una parte concreta de la obra que estoy leyendo no tiene sentido que lo escuche más que el propio autor, ¿por qué no voy a poder enviárselo? Bueno, si está vivo, claro, no estoy planteando ningún tipo de "Espiritismo 2.0" :) Este es un planteamiento crucial porque devuelve al autor al sitio de donde procede. A su rol como juglar que expone sus propias obras al gran público, pero cuyos comentarios directos son escuchados y aprehendidos por el autor para evolucionar su obra.
Hay algunas voces que sugieren que el concepto de libro como voz sólida y estática de la cultura, ha sido sólo un pequeño desvío evolutivo. Que procedemos de las conversaciones vivas, dinámicas y cambiantes, y ahora volvemos a ellas. No sé si eso es cierto o no, pero claramente nos movemos hay un concepto de libro que no admite la rigidez extrema que hemos tenido hasta ahora. El excelente artículo de Craig Mod ya comenta la Wikipedia como ejemplo bien organizado de información dinámica. ¿No puede hacerse igual con los libros? Ya hay algunos experimentos, como el de "Every Book is a Startup" de O'Reilly, y seguro que habrá muchos más en el futuro. Los libros se "encadenaban" a las tapas de piel o cartón y por eso eran estáticos. Pero ya no es necesario.
El Descubrimiento ¿Qué hacemos cuando nos acercamos a una librería? Depende de lo que estemos buscando.
Quizá iremos a la zona de novedades, pues hemos visto un anuncio en prensa del último trabajo de nuestro autor preferido. O hemos leído un artículo sobre esa obra y nos ha convencido.
Quizá vayamos a la zona de ficción a buscarlo, pues aunque sabemos lo que queremos, no estaba en novedades. A las malas, preguntamos a la persona que está en la tienda.
Puede que no vayamos con un libro fijo. Quizá nos apetece ver qué más ha escrito tal autor, o tenemos ganas de leer historia, o ciencia-ficción y nos acercamos a esa zona para curiosear.
A lo mejor ni siquiera vamos con una idea. Queremos encontrar un libro al azar. O que el librero nos aconseje uno.
Eso mismo ocurre en la actualidad cuando accedemos a las librerías electrónicas. A veces hacemos "copy-paste" del nombre del libro que nos envió un amigo, o vamos al enlace exacto donde se encuentra la descripción, cubierta y precio. Otras veces nos vamos a la categoría deseada, y otras nos dejamos recomendar. La diferencia entre una librería física y una electrónica es que, por muy grande que sea la primera, la segunda siempre será órdenes de magnitud más grande. Y que no tenemos un librero que nos aconseje. El descubrimiento de obras en un catálogo de millones de obras se convierte en uno de los elementos cruciales para el éxito de estos libros que se van a las nubes. Las grandes librerías electrónicas lo saben desde hace tiempo, y por ello sus herramientas de búsqueda y de recomendación basada en compras son tan buenas. Estas herramientas habrán de seguir mejorando, pero en este artículo quería centrarme en otro tipo de descubrimientos. En aquellos que no dependen de lo que uno quiere, sino de lo que uno no se espera. Sí, las herramientas de recomendación basadas en compra proporcionan eso, pero al final se basa en lo que la gente compra por lo que siempre se nos quedarán libros por descubrir. El futuro del libro, pasa, en mi opinión, por que existan herramientas que ejerzan un papel parecido al de Bookcrossing, al de nuestros amigos y al de los críticos literarios.
Bookcrossing es un movimiento que merece la pena conocerse. A través de él podemos "liberar" aquellos libros de nuestra biblioteca personal que sabemos que no vamos a leer más (vamos, la mayoría, seamos sinceros), para que otra gente los disfrute cuando los encuentre por la calle. A veces se realizan "eventos" de liberación en ciudades, pero el alma del proyecto es que los libros se liberen y se encuentren durante todo el año. Si además lo etiquetamos y subimos a la web de Bookcrossing, entonces podríamos, en teoría, seguir la vida del libro según pasa de lector a lector. Desde el punto de vista de éste último, es pura serendipia la que le lleva a encontrar un libro de interés. Pasa por una calle, por una plaza y allí, en la base de una estatua, apoyado en un banco, está ese libro que dice que no es de nadie, y que está esperando tener una nueva oportunidad.
Como decía, Bookcrossing es serendipia... pero también es serendipia ir a Twitter y buscar todos aquellos mensajes con el "hashtag" "#recomiendolibro", o "#bookrecommendation". O utilizar la aplicación de libros recomendados por nuestra red social en LinkedIn. De repente, aparecen cientos de mensajes con libros recomendados. Muchos no nos interesarán, pero alguno captará nuestra atención... y volvemos a tener ese momento.
¿Y los amigos? Los amigos nos conocen, y sabemos que son nuestros prescriptores más cercanos. ¿Qué es lo que se regala en cumpleaños y navidades además de la consabida corbata o el perfume? Discos, vídeos y libros. Por mucho que los formatos físicos desaparezcan, los amigos seguirán, si no regalándonos, sí recomendándonos lo que creen que nos gustará (a veces porque saben lo que nos atrae, otras porque quieren que avancemos en nuestros gustos, y otras porque sencillamente intentarán que nuestro gusto se acerque al suyo... pero bueno, son nuestros amigos y los queremos :) )
¿Y los críticos literarios? Aunque para algunos el mero hecho de mencionar "crítico literario" implica un bostezo, lo cierto es que para otra mucha gente se convierten en importantes garantes de la calidad literaria. No sólo de best-sellers puede vivir el lector, y los especialistas nos ayudan a discernir entre lo bueno y lo malo, entre lo sublime y lo horrible, entre lo original y la mera copia.
Los libros en la nube requerirán un mayor esfuerzo por parte de esos críticos. Y herramientas que ayuden o complementen su trabajo. Herramientas que sean capaces de "investigar" el contexto implícito provisto por el libro para permitir su comprensión más allá de lo que un lector, por sí solo, podría. No me refiero sólo a que le traduzca al español la frase en latín que un autor que se las da de listo pone en mitad de la resolución de la obra, ni a que un lector pueda señalar una palabra para buscar su significado en el diccionario o en la Wikipedia.
Va mucho más allá. Se trata de, por ejemplo, el esfuerzo titánico del Book Genome Project para ser capaz de definir una serie enorme de parámetros que dan sentido a un libro, es decir, su ADN, y así poder, entre otras cosas, ser capaces de encontrar libros similares. Similares en cuanto a calidad, estilo, nivel de tensión, etc.
Se trata de, por poner algunos ejemplos más, clasificar e indexar automáticamente los libros basándose en su contenido (algo crucial con tantos millones de libros, y muchos más generándose cada año); de extraer conceptos relevantes de un texto literario (como eventos históricos, para discernir entre lo que es real y contrastado y lo que es pura fantasía del autor); o de ser capaz de inferir y registrar los diferentes niveles emocionales de una obra. Estos ejemplos no dejan, por ahora, de ser esfuerzos de investigación sin ninguna aplicación funcional en la actualidad. Pero sabemos que la investigación de hoy serán las herramientas del mañana. Y sin ser un miembro de la Universidad de la Singularidad, ese mañana cada vez tarda menos en aparecer delante de nuestras narices.
La Apertura La apertura es otro elemento clave, y además bajo una profunda discusión. Todo parte de una inicialmente no demasiado profunda reflexión, o eso parecía. Si un libro pasa a convertirse en una serie de bits y bytes, ¿qué impide que esos bits y bytes se unan a otros bits y bytes que pertenecen a otros textos, pero también a imágenes, vídeo y audio? Pero con esta inocente pregunta llega otra mucho más abstracta y, sin embargo, y al mismo tiempo, visceral: ¿qué es un libro y qué pasará con él si todo esto ocurre?
Y una de las respuestas que más miedo da por lo contundente, es la siguiente: un libro ha sido, es, y será, un contenedor de aplicaciones.
En el pasado, una "aplicación" podría ser una receta, y un recetario era un "contenedor de aplicaciones receta". Por supuesto, una aplicación no era un conjunto de bits y bytes, sino palabras e imágenes impresas. Pero da igual, el objetivo es el mismo. ¿Qué es una guía de viajes? ¿Alguien duda de que el futuro de estas guías serán el convertirse en aplicaciones que no sólo me "cuenten" lo bonita que es la capilla sixtina, sino que me la enseñen, la pueda oir, oler si me dejan y que, una vez allí, me GUÍE por los sitios que a mí (a mí, no al vecino; a mí, con mis gustos y mis cansancios acumulados) más me interesan? O qué decir de los libros de texto (con aplicaciones de enseñanza y aplicaciones de evaluación).
La duda surge cuando nos apartamos de este concepto de libro técnico, y regresamos al terreno de la novela, de la poesía. Hace poco la editorial Faber publicó una nueva edición del poema "La Tierra Baldía", de T.S. Eliot. Sólo que esta vez no fue "un libro" sino, "una app", es decir, una aplicación para el Apple iPad. La aplicación es uno de los primeros experimentos realizados por innovadores del sector que conjugan un entorno editorial profesional con un equipo de desarrollo de software para generar primeras versiones de lo que algunos consideran que es el futuro.En esta aplicación, el lector/usuario puede leer el poema, pero también puede escucharlo de la voz del autor, o de otros famosos personajes. Y también puede ver una escenificación del poema por parte de Fiona Shaw. ¿Qué es esto?
Hay por otra parte una serie de cuentos para niños (como los de Contoplanet o Pixel Moon, estos más centrados en historias para pre-adolescentes como Urki) que buscan una manera más interactiva de narrar las historias clásicas, o nuevas aventuras. El niño puede grabar su propia voz narrando el cuento, puede hacer que los personajes se muevan, de manera parecida pero perfeccionada a como los libros troquelados lo permiten. En este caso, y mayoritariamente, las empresas editoriales no están detrás, sino que se trata de profesionales del desarrollo y/o profesionales del mundo editorial que, de manera independiente a las grandes editoriales, crean una nueva manera de experimentar tanto cuentos tradicionales como nuevas historias. ¿Qué es esto?
Sinceramente, no tengo respuesta. No sé si es un libro, si es el futuro del libro, o si es un paso intermedio que no llegará lejos, tal y como pasó con aquellos CDs Multimedia que casi nos ahogan a todos los usuarios de informática de principios de los 90 (aunque no considero esta posibilidad como un fracaso absoluto, sino como un necesario peaje en algunos casos; el trabajo y calidad de algunos de los cuentos e historias que se han desarrollado es sencillamente fascinante. Lo que sí creo es que las editoriales no lo plantearán como una vía crítica, debido sencillamente al coste de desarrollo de estos libros-apps comparado con el de la edición y publicación de un libro "tradicional").
Pero es que tampoco me importa. Busco un libro para que me entretenga, me haga pensar, o me informe. Por supuesto que un libro no es un documental en vídeo, pero mientras tenga elementos escritos que me permitan disfrutar a mi ritmo de esa información, de esa historia, yo estaré feliz.
Y no hay duda de que esa "hibridación" que algunos llaman "transmedia" será un paso obligado de experimentación en los próximos años, tal y como predice la aparición de nuevos estándares de generación de libros electrónicos que se acercan a las tecnologías de desarrollo web (como ocurre con el EPUB3 del organismo de estandarización IDPF que abraza los estándares de desarrollo web 2.0 HTML5 y CSS3 del consorcio W3C).
Walrus Epub Demo#3 - Kadath from Walrus Books on Vimeo.
Como Julius Wiedemann adecuadamente define, el futuro cercano del libro es un mundo en el que la información es digital y la belleza de papel. Pero eso también cambiará, y poco a poco nuestra experiencia de lectura digital será tan cercana y bella como lo que tenemos ahora... y entonces ya no habrá lectura digital, sólo lectura. Y es un camino que, no debemos olvidar, ha empezado ya. Los niños de 2, 3, 4 años utilizan las tabletas con una seguridad que ya quisiéramos los mayores. No les enseñemos ratones o monitores "no táctiles", pues no tendrán sentido para ellos. Un cuento para dormir puede tener una tapa de cartón, o estar dentro de "la tableta de papá". Lo que les importa, una vez más, es que les entretenga.
Desafíos
Los tres apartados anteriores han dirigido la mirada hacia un futuro probable del libro desde una perspectiva más optimista que otra cosa. Para avanzar, hay que planteárselo así. Pero es cierto que el mundo del libro encontrará más de un desafío al dar estos u otros pasos.
En primer lugar, no he querido mencionar hasta ahora que, como todo en la vida, el mundo del libro pertenece a una industria, que ha funcionado durante muchos años de una manera muy concreta, y con una especialización y optimización de tareas muy adecuada. Pero estos cambios tecnológicos están provocado temblores en la industria. Los líos que eso genera son, cuando menos, interesantes de seguir, pero auguran tiempos tensos y decisiones traumáticas. Gente como Tom Peters diría que es lo normal y que es sano que ocurra. Obviamente, para las personas que están dentro, ese planteamiento no es el que más atrae.
Volviendo al mundo de los libros en particular, he estado escribiendo desde el principio que los libros se van a la nube. Pero si se van a la nube, ¿qué pasa si llueve? Es decir, ¿hasta qué punto dependemos de los que nos proveen los libros? Es una pregunta que tiene todo el sentido del mundo, sobre todo cuando leemos de vez en cuando noticias de servidores de internet caídos durante horas o días por culpa de errores humanos, de incendios o de fallos eléctricos. Desde un punto de vista técnico la respuesta es parecida a la que se da a los que tienen miedo a volar y prefieren ir en coche: volar es unidades de magnitud más seguro que coger un coche. En este caso, los libros en la nube están mucho más seguros allí que en un disco duro de 2 Gigas en el salón de una casa. Por desgracia, las estadísticas y datos fríos no convencen al que tiene miedo a volar, y tampoco lo hacen al que duda si desprenderse de su maravillosa biblioteca a cambio de tener un dispositivo y de que sus libros estén "en la nube". Para ello, las empresas tendrán que trabajar duramente para crear y demostrar esa sensación de tranquilidad.
Otro punto que seguro que el lector de este artículo ya tiene en la cabeza es el ruido en las conversaciones. Sí, el que todo el mundo pueda escribir comentarios en un libro es teóricamente interesante, pero todos sabemos en qué se convierte el 99% de los foros de internet. Desde la competición por ser el primero en escribir algo (el famoso "pole") hasta los trolls, esos individuos que agazapados bajo el anonimato o ante el poder de los 140 caracteres de twitter, corrompen el objetivo inicial de la conversación hasta llevarla a terrenos que no merece la pena pisar; el miedo existe de que esas irrelevantes notas al margen impidan llegar a lo importante: comentarios que nutran el debate y enriquezcan el texto original.
Y por supuesto, también he escrito bastante sobre los diferentes motores de recomendación existentes y por existir. Todos somos conscientes de que a veces los amigos se equivocan en sus recomendaciones. Por tanto, el desafío de estas herramientas y sus complejos y fríos algoritmos es que esos errores no se multipliquen, promoviendo obras que no sólo no nos interesen, sino que vayan totalmente en contra de nuestros gustos. Es algo que sufrimos cada día los usuarios de los servicios que proveen recomendaciones automáticas, y es otro desafío importante.
Temas organizativos, de infraestructura, sociales y técnicos. Son muchos desafíos y muy complicados. Y sin embargo, ¿no son desafíos preciosos? Mucha gente así lo opina, y están dedicando parte de su vida a intentar resolverlos. Gente como yo. Considero que los libros han definido el mapa de mi vida a través de los años. Desde los primeros cuentos que me leían mis padres, los que leía por mi cuenta, el 1984 de George Orwell y el cómic Dios Ama, El Hombre Mata que definieron mi pre-adolescencia. Matar un ruiseñor de Harper Lee o La Inmortalidad de Kundera en los años mozos; el desafío de Gödel Escher Bach o la sorpresa de El Miedo a la Libertad de Fromm. O mis intereses en la madurez disfrutando con Antonio Damasio, Ramachandran, Marshall McLuhan o con la excelente biografía de Oppenheimer.
Lo único que ocurre es que ahora, cuando leo la American Gods de Neil Gaiman o 1Q84 de Murakami en mi Kindle, los libros, en lugar de ser mi mapa, son mi GPS.
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Este artículo ha sido escrito en el contexto de una presentación sobre el futuro del libro impartido en el TEDxMadrid, el 24 de Septiembre de 2011. Tuve menos de 5 minutos para hablar de un tema que llevaría horas y volúmenes de información, discusión y charlita, así que consideré que tenía sentido seguir ampliando este tema en un post.
He de agradecer especialmente a Antonella Broglia, organizadora del evento y absoluta entusiasta de mi idea todo el apoyo y pasión que le ha puesto.
Iré actualizando este post con el vídeo cuando esté editado y publicado en TED.
No dudéis en hacer comentarios y críticas (si pueden ser constructivas mejor :D). Es un tema que me apasiona y creo que puede salir algo interesante de este pequeño esfuerzo.
Para más información sobre quién soy o lo que hago, echa un vistazo a este blog o ve a about.me
Actualización (24/09/2011): al final del artículo tenéis la presentación ampliada de la charla TEDx.
Y ahora...
Introducción
Para aquellos que vivimos la cultura del libro como algo más que un recipiente que contiene información, estos son tiempos emocionantes. La llegada del libro electrónico, al contrario que otras versiones electrónicas de elementos de entretenimiento o cultura, como el "disco musical" o la "película", ha requerido mucho tiempo. Hace tan sólo unos días lamentábamos la pérdida de Michael Hart, fundador del Proyecto Gutenberg, que nació en 1971 para aportar al mundo el acceso sencillo y eficiente de libros electrónicos de dominio público. Mucho ha llovido desde entonces.
Pero con la llegada del dispositivo de Amazon, Kindle, y la adición en éste y otros aparatos de lectura de la capacidad de conectarse a internet, todo se aceleró. Y 2010 marcó el momento crucial con la aparición del iPad, la tableta de Apple. Unido al crecimiento en todo el mundo del número de "smartphones", móviles con capacidades avanzadas de navegación y utilización de aplicaciones, los usuarios comenzaron a darse cuenta de que, de la misma manera que ya accedían a su música (con Spotify o iTunes), a sus documentos personales y de trabajo (con GMail, o Evernote), o a las noticias del día a día (navegando por internet), podrían hacer lo mismo con sus libros.
Curiosamente, si uno se detiene a leer los comentarios tanto a favor como en contra de la llegada de este nuevo tipo de formato de lectura, se da cuenta de que no hay tanta diferencia con respecto a lo que ha ocurrido en otros momentos en los que la aparición de una nueva tecnología como el papiro, el códice, la imprenta o el formato de bolsillo, causaron numerosas discusiones acerca de cómo comprometía ese nuevo elemento "disruptivo" al futuro de la escritura y el libro. No pretendo en este artículo ir al detalle (para ello recomiendo la lectura de libros como "La Galaxia Gutenberg" o "Merchants of Culture"), pero sí es interesante recordar, por ejemplo, al estadista francés Guillaume-Chrétien de Lamoignon de Malesherbes, quien, en el siglo XVIII, exclamó que "La imprenta convierte al ciudadano en un ser aislado". Por supuesto, se refería a cómo los periódicos impresos hacían innecesarios aquellos púlpitos donde se presentaban y comentaban las noticias.
Unos siglos antes, justo cuando apareció la imprenta y los tipos móviles en Europa, ya el juez veneciano Filippo di Strata dejaba claro que la imprenta corrompe los textos, pues circulaban en ediciones llenas de fallos de manufactura, creados únicamente para beneficio comercial. Llegó a decir, de manera célebre, que "Est virgo hec penna, meretrix est stampificata", es decir, "La pluma es una virgen, la imprenta es una prostituta". Interesante que estas mismas acusaciones le lleguen al libro electrónico hoy en día.
Y podemos irnos incluso más atrás, cuando una de las mentes más preclaras de nuestra historia dijo que "[…] Porque es olvido lo que producirán en las almas de quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismos. No es, pues, un fármaco de la memoria lo que has hallado, sino un simple recordatorio." Sí, fue Sócrates... o mejor dicho, fue Platón quien en su obra Fedro, puso estas palabras en boca de insigne genio.
En definitiva, en cada etapa en la que ha habido algún tipo de revolución humanística, cultural o social, ha habido miedos sobre lo que le depararía al libro, o a sus lectores.
Entonces, ¿en qué momento nos encontramos? De la misma manera que la televisión comenzó siendo una radio con cabezas parlantes, hemos pasado por una época en la que un libro electrónico no dejaba de ser una representación muy exacta de lo que entendemos por libro físico: texto, imágenes, páginas, etc. Ya de por sí esto proporciona características muy interesantes, como el poder transportar cientos, miles de libros en el espacio de una libretita. Pero cuando se observa de manera clara cómo el otrora hermano pobre del libro, la página web, ha crecido de manera increíble proporcionando a los lectores relaciones entre textos, análisis contextuales, o modelos de negocio anteriormente inexistentes a partir del interés que un escrito o una pieza de contenido provoca en la gran masa de usuarios que pueblan la aldea global, no hay duda de que el libro electrónico se encuentra todavía en pañales.
Y, entre otras muchas cosas que nos sorprenderán en meses o años, una está clara. Que el libro está terminando su etapa en la tierra y se va a las nubes. No para desaparecer, sino para todo lo contrario. Para que se vea más fácilmente y desde cualquier sitio. Para que todo libro existente esté a nuestro alcance como nunca antes era posible. Es un concepto que yo llevo llamando "Libro como Servicio" desde hace un tiempo.
Pero el potencial deja este nombre como algo pequeño y limitado.
¿Qué es lo que nos espera? Pues esa es la gran pregunta que llena libros, blogs, conferencias y reuniones de café. Y no pretendo erigirme aquí en experto absoluto, pero sí creo que hay tres elementos fundamentales, que ya se encuentran entre nosotros, y que se construyen a partir del concepto de Libro como Servicio. Estos elementos son la Conversación, el Descubrimiento, y la Apertura. Veamos cada uno de ellos.
La Conversación
Siempre ha existido conversación alrededor del libro. De hecho, la conversación existe desde mucho antes de que el libro, el códice o la escritura misma existiesen. Es muy interesante cómo McLuhan abre la mente del lector en su libro la Galaxia de Gutenberg al considerar los cambios culturales que nos trajo la escritura.
Pero evidentemente, cuando una persona lee un libro, suele comentarlo con sus amigos, colegas, familia. Puede estar en un club del libro, o puede ayudarle a su proceso de ligue (quizá en un entorno muy intelectual, eso sí :) ).
La limitación existente, y que sólo hace poco tiempo hemos visto como tal, es que esta conversación se realiza fuera del libro. Sólo las notas al margen nos permitían una relación más intima entre el contenido del libro, nuestros pensamientos y los de otros lectores. Sonará un poco pedante, pero estoy seguro de que más de un lector comparte la fascinación que he sentido las ocasiones que, al coger un libro de una biblioteca, me encuentro con comentarios de otros lectores del pasado. Y cómo esas notas, en algún caso, me resultaron más interesantes que el propio libro. Un ejemplo temprano de experimentación en este aspecto es el que puede verse en un libro eminentemente técnico: Concrete Mathematics, de Graham, Knuth y Patashnik, y editado por Addison Wesley, donde los comentarios durante la revisión del libro por parte de sus estudiantes en Stanford fueron publicados como parte del propio libro. Yo me enamoré de esta obra cuando empecé mi carrera de Ingeniería Informática, aparte de por el tema y claridad con que se explicaban los autores, por lo interesante que resultaban esas notas. Algunas profundas, otras chistosas, otras olvidables, pero todas aportando un color al libro que no podría existir de otra manera. Me imaginaba a los profesores explicando el tema en cuestión, y yo en clase rodeado por esos "compañeros virtuales". Hay notas al margen históricas, como las de Sir Isaac Newton, Voltaire o las notas del Códice Emilianense, que se consideran las primeras frases escritas en castellano que son además muy bellas. En resumen, desde hace siglos las notas al margen de escritores e investigadores como Laplace o James Joyce se consideran parte imprescindible del contexto del libro. Pero también son, y afrontémoslo en un mundo como el que nos encontramos, estáticas, limitadas y escasas.
Lo que el libro en la nube nos permite es que la conversación ocurra dentro del libro. Paremos un segundo, y repito: DENTRO DEL LIBRO. Esto tiene, en mi opinión, mucha más importancia de lo que parece en principio. Porque si yo puedo dejar mis comentarios en el propio libro, y otros pueden hacerlo también, entonces tengo una conversación con mayúsculas (no lo que se lleva diciendo durante años que es posible con las nuevas tecnologías, sino conversación con propósito). Podemos imaginar tener sesudas conversaciones sobre la influencia de Ayn Rand en la política económica norteamericana, pero también podemos discutir los errores de guión de Chris Claremont en su Patrulla X, sobre pautas de pronunciación del élfico en El Señor de los Anillos, o aclarar dudas sobre el ejercicio 4 del apartado 3 del libro de Física. Y todo dentro del libro, por lo que el hilo de comentarios se encuentra contextualizado, y por tanto se entiende mejor.
Las plataformas de lectura actuales están trabajando en ello, y ya hay experimentos, como el de Commentpress que muestra parte del futuro.
Y no nos quedemos ahí. ¿Por qué sólo conversar con otros lectores? ¿Por qué no con el propio autor? Si la duda o comentario que tengo sobre una parte concreta de la obra que estoy leyendo no tiene sentido que lo escuche más que el propio autor, ¿por qué no voy a poder enviárselo? Bueno, si está vivo, claro, no estoy planteando ningún tipo de "Espiritismo 2.0" :) Este es un planteamiento crucial porque devuelve al autor al sitio de donde procede. A su rol como juglar que expone sus propias obras al gran público, pero cuyos comentarios directos son escuchados y aprehendidos por el autor para evolucionar su obra.
Hay algunas voces que sugieren que el concepto de libro como voz sólida y estática de la cultura, ha sido sólo un pequeño desvío evolutivo. Que procedemos de las conversaciones vivas, dinámicas y cambiantes, y ahora volvemos a ellas. No sé si eso es cierto o no, pero claramente nos movemos hay un concepto de libro que no admite la rigidez extrema que hemos tenido hasta ahora. El excelente artículo de Craig Mod ya comenta la Wikipedia como ejemplo bien organizado de información dinámica. ¿No puede hacerse igual con los libros? Ya hay algunos experimentos, como el de "Every Book is a Startup" de O'Reilly, y seguro que habrá muchos más en el futuro. Los libros se "encadenaban" a las tapas de piel o cartón y por eso eran estáticos. Pero ya no es necesario.
El Descubrimiento ¿Qué hacemos cuando nos acercamos a una librería? Depende de lo que estemos buscando.
Quizá iremos a la zona de novedades, pues hemos visto un anuncio en prensa del último trabajo de nuestro autor preferido. O hemos leído un artículo sobre esa obra y nos ha convencido.
Quizá vayamos a la zona de ficción a buscarlo, pues aunque sabemos lo que queremos, no estaba en novedades. A las malas, preguntamos a la persona que está en la tienda.
Puede que no vayamos con un libro fijo. Quizá nos apetece ver qué más ha escrito tal autor, o tenemos ganas de leer historia, o ciencia-ficción y nos acercamos a esa zona para curiosear.
A lo mejor ni siquiera vamos con una idea. Queremos encontrar un libro al azar. O que el librero nos aconseje uno.
Eso mismo ocurre en la actualidad cuando accedemos a las librerías electrónicas. A veces hacemos "copy-paste" del nombre del libro que nos envió un amigo, o vamos al enlace exacto donde se encuentra la descripción, cubierta y precio. Otras veces nos vamos a la categoría deseada, y otras nos dejamos recomendar. La diferencia entre una librería física y una electrónica es que, por muy grande que sea la primera, la segunda siempre será órdenes de magnitud más grande. Y que no tenemos un librero que nos aconseje. El descubrimiento de obras en un catálogo de millones de obras se convierte en uno de los elementos cruciales para el éxito de estos libros que se van a las nubes. Las grandes librerías electrónicas lo saben desde hace tiempo, y por ello sus herramientas de búsqueda y de recomendación basada en compras son tan buenas. Estas herramientas habrán de seguir mejorando, pero en este artículo quería centrarme en otro tipo de descubrimientos. En aquellos que no dependen de lo que uno quiere, sino de lo que uno no se espera. Sí, las herramientas de recomendación basadas en compra proporcionan eso, pero al final se basa en lo que la gente compra por lo que siempre se nos quedarán libros por descubrir. El futuro del libro, pasa, en mi opinión, por que existan herramientas que ejerzan un papel parecido al de Bookcrossing, al de nuestros amigos y al de los críticos literarios.
Bookcrossing es un movimiento que merece la pena conocerse. A través de él podemos "liberar" aquellos libros de nuestra biblioteca personal que sabemos que no vamos a leer más (vamos, la mayoría, seamos sinceros), para que otra gente los disfrute cuando los encuentre por la calle. A veces se realizan "eventos" de liberación en ciudades, pero el alma del proyecto es que los libros se liberen y se encuentren durante todo el año. Si además lo etiquetamos y subimos a la web de Bookcrossing, entonces podríamos, en teoría, seguir la vida del libro según pasa de lector a lector. Desde el punto de vista de éste último, es pura serendipia la que le lleva a encontrar un libro de interés. Pasa por una calle, por una plaza y allí, en la base de una estatua, apoyado en un banco, está ese libro que dice que no es de nadie, y que está esperando tener una nueva oportunidad.
Como decía, Bookcrossing es serendipia... pero también es serendipia ir a Twitter y buscar todos aquellos mensajes con el "hashtag" "#recomiendolibro", o "#bookrecommendation". O utilizar la aplicación de libros recomendados por nuestra red social en LinkedIn. De repente, aparecen cientos de mensajes con libros recomendados. Muchos no nos interesarán, pero alguno captará nuestra atención... y volvemos a tener ese momento.
¿Y los amigos? Los amigos nos conocen, y sabemos que son nuestros prescriptores más cercanos. ¿Qué es lo que se regala en cumpleaños y navidades además de la consabida corbata o el perfume? Discos, vídeos y libros. Por mucho que los formatos físicos desaparezcan, los amigos seguirán, si no regalándonos, sí recomendándonos lo que creen que nos gustará (a veces porque saben lo que nos atrae, otras porque quieren que avancemos en nuestros gustos, y otras porque sencillamente intentarán que nuestro gusto se acerque al suyo... pero bueno, son nuestros amigos y los queremos :) )
¿Y los críticos literarios? Aunque para algunos el mero hecho de mencionar "crítico literario" implica un bostezo, lo cierto es que para otra mucha gente se convierten en importantes garantes de la calidad literaria. No sólo de best-sellers puede vivir el lector, y los especialistas nos ayudan a discernir entre lo bueno y lo malo, entre lo sublime y lo horrible, entre lo original y la mera copia.
Los libros en la nube requerirán un mayor esfuerzo por parte de esos críticos. Y herramientas que ayuden o complementen su trabajo. Herramientas que sean capaces de "investigar" el contexto implícito provisto por el libro para permitir su comprensión más allá de lo que un lector, por sí solo, podría. No me refiero sólo a que le traduzca al español la frase en latín que un autor que se las da de listo pone en mitad de la resolución de la obra, ni a que un lector pueda señalar una palabra para buscar su significado en el diccionario o en la Wikipedia.
Va mucho más allá. Se trata de, por ejemplo, el esfuerzo titánico del Book Genome Project para ser capaz de definir una serie enorme de parámetros que dan sentido a un libro, es decir, su ADN, y así poder, entre otras cosas, ser capaces de encontrar libros similares. Similares en cuanto a calidad, estilo, nivel de tensión, etc.
Se trata de, por poner algunos ejemplos más, clasificar e indexar automáticamente los libros basándose en su contenido (algo crucial con tantos millones de libros, y muchos más generándose cada año); de extraer conceptos relevantes de un texto literario (como eventos históricos, para discernir entre lo que es real y contrastado y lo que es pura fantasía del autor); o de ser capaz de inferir y registrar los diferentes niveles emocionales de una obra. Estos ejemplos no dejan, por ahora, de ser esfuerzos de investigación sin ninguna aplicación funcional en la actualidad. Pero sabemos que la investigación de hoy serán las herramientas del mañana. Y sin ser un miembro de la Universidad de la Singularidad, ese mañana cada vez tarda menos en aparecer delante de nuestras narices.
La Apertura La apertura es otro elemento clave, y además bajo una profunda discusión. Todo parte de una inicialmente no demasiado profunda reflexión, o eso parecía. Si un libro pasa a convertirse en una serie de bits y bytes, ¿qué impide que esos bits y bytes se unan a otros bits y bytes que pertenecen a otros textos, pero también a imágenes, vídeo y audio? Pero con esta inocente pregunta llega otra mucho más abstracta y, sin embargo, y al mismo tiempo, visceral: ¿qué es un libro y qué pasará con él si todo esto ocurre?
Y una de las respuestas que más miedo da por lo contundente, es la siguiente: un libro ha sido, es, y será, un contenedor de aplicaciones.
En el pasado, una "aplicación" podría ser una receta, y un recetario era un "contenedor de aplicaciones receta". Por supuesto, una aplicación no era un conjunto de bits y bytes, sino palabras e imágenes impresas. Pero da igual, el objetivo es el mismo. ¿Qué es una guía de viajes? ¿Alguien duda de que el futuro de estas guías serán el convertirse en aplicaciones que no sólo me "cuenten" lo bonita que es la capilla sixtina, sino que me la enseñen, la pueda oir, oler si me dejan y que, una vez allí, me GUÍE por los sitios que a mí (a mí, no al vecino; a mí, con mis gustos y mis cansancios acumulados) más me interesan? O qué decir de los libros de texto (con aplicaciones de enseñanza y aplicaciones de evaluación).
La duda surge cuando nos apartamos de este concepto de libro técnico, y regresamos al terreno de la novela, de la poesía. Hace poco la editorial Faber publicó una nueva edición del poema "La Tierra Baldía", de T.S. Eliot. Sólo que esta vez no fue "un libro" sino, "una app", es decir, una aplicación para el Apple iPad. La aplicación es uno de los primeros experimentos realizados por innovadores del sector que conjugan un entorno editorial profesional con un equipo de desarrollo de software para generar primeras versiones de lo que algunos consideran que es el futuro.
Pero es que tampoco me importa. Busco un libro para que me entretenga, me haga pensar, o me informe. Por supuesto que un libro no es un documental en vídeo, pero mientras tenga elementos escritos que me permitan disfrutar a mi ritmo de esa información, de esa historia, yo estaré feliz.
Y no hay duda de que esa "hibridación" que algunos llaman "transmedia" será un paso obligado de experimentación en los próximos años, tal y como predice la aparición de nuevos estándares de generación de libros electrónicos que se acercan a las tecnologías de desarrollo web (como ocurre con el EPUB3 del organismo de estandarización IDPF que abraza los estándares de desarrollo web 2.0 HTML5 y CSS3 del consorcio W3C).
Walrus Epub Demo#3 - Kadath from Walrus Books on Vimeo.
Como Julius Wiedemann adecuadamente define, el futuro cercano del libro es un mundo en el que la información es digital y la belleza de papel. Pero eso también cambiará, y poco a poco nuestra experiencia de lectura digital será tan cercana y bella como lo que tenemos ahora... y entonces ya no habrá lectura digital, sólo lectura. Y es un camino que, no debemos olvidar, ha empezado ya. Los niños de 2, 3, 4 años utilizan las tabletas con una seguridad que ya quisiéramos los mayores. No les enseñemos ratones o monitores "no táctiles", pues no tendrán sentido para ellos. Un cuento para dormir puede tener una tapa de cartón, o estar dentro de "la tableta de papá". Lo que les importa, una vez más, es que les entretenga.
Desafíos
Los tres apartados anteriores han dirigido la mirada hacia un futuro probable del libro desde una perspectiva más optimista que otra cosa. Para avanzar, hay que planteárselo así. Pero es cierto que el mundo del libro encontrará más de un desafío al dar estos u otros pasos.
En primer lugar, no he querido mencionar hasta ahora que, como todo en la vida, el mundo del libro pertenece a una industria, que ha funcionado durante muchos años de una manera muy concreta, y con una especialización y optimización de tareas muy adecuada. Pero estos cambios tecnológicos están provocado temblores en la industria. Los líos que eso genera son, cuando menos, interesantes de seguir, pero auguran tiempos tensos y decisiones traumáticas. Gente como Tom Peters diría que es lo normal y que es sano que ocurra. Obviamente, para las personas que están dentro, ese planteamiento no es el que más atrae.
Volviendo al mundo de los libros en particular, he estado escribiendo desde el principio que los libros se van a la nube. Pero si se van a la nube, ¿qué pasa si llueve? Es decir, ¿hasta qué punto dependemos de los que nos proveen los libros? Es una pregunta que tiene todo el sentido del mundo, sobre todo cuando leemos de vez en cuando noticias de servidores de internet caídos durante horas o días por culpa de errores humanos, de incendios o de fallos eléctricos. Desde un punto de vista técnico la respuesta es parecida a la que se da a los que tienen miedo a volar y prefieren ir en coche: volar es unidades de magnitud más seguro que coger un coche. En este caso, los libros en la nube están mucho más seguros allí que en un disco duro de 2 Gigas en el salón de una casa. Por desgracia, las estadísticas y datos fríos no convencen al que tiene miedo a volar, y tampoco lo hacen al que duda si desprenderse de su maravillosa biblioteca a cambio de tener un dispositivo y de que sus libros estén "en la nube". Para ello, las empresas tendrán que trabajar duramente para crear y demostrar esa sensación de tranquilidad.
Otro punto que seguro que el lector de este artículo ya tiene en la cabeza es el ruido en las conversaciones. Sí, el que todo el mundo pueda escribir comentarios en un libro es teóricamente interesante, pero todos sabemos en qué se convierte el 99% de los foros de internet. Desde la competición por ser el primero en escribir algo (el famoso "pole") hasta los trolls, esos individuos que agazapados bajo el anonimato o ante el poder de los 140 caracteres de twitter, corrompen el objetivo inicial de la conversación hasta llevarla a terrenos que no merece la pena pisar; el miedo existe de que esas irrelevantes notas al margen impidan llegar a lo importante: comentarios que nutran el debate y enriquezcan el texto original.
Y por supuesto, también he escrito bastante sobre los diferentes motores de recomendación existentes y por existir. Todos somos conscientes de que a veces los amigos se equivocan en sus recomendaciones. Por tanto, el desafío de estas herramientas y sus complejos y fríos algoritmos es que esos errores no se multipliquen, promoviendo obras que no sólo no nos interesen, sino que vayan totalmente en contra de nuestros gustos. Es algo que sufrimos cada día los usuarios de los servicios que proveen recomendaciones automáticas, y es otro desafío importante.
Temas organizativos, de infraestructura, sociales y técnicos. Son muchos desafíos y muy complicados. Y sin embargo, ¿no son desafíos preciosos? Mucha gente así lo opina, y están dedicando parte de su vida a intentar resolverlos. Gente como yo. Considero que los libros han definido el mapa de mi vida a través de los años. Desde los primeros cuentos que me leían mis padres, los que leía por mi cuenta, el 1984 de George Orwell y el cómic Dios Ama, El Hombre Mata que definieron mi pre-adolescencia. Matar un ruiseñor de Harper Lee o La Inmortalidad de Kundera en los años mozos; el desafío de Gödel Escher Bach o la sorpresa de El Miedo a la Libertad de Fromm. O mis intereses en la madurez disfrutando con Antonio Damasio, Ramachandran, Marshall McLuhan o con la excelente biografía de Oppenheimer.
Lo único que ocurre es que ahora, cuando leo la American Gods de Neil Gaiman o 1Q84 de Murakami en mi Kindle, los libros, en lugar de ser mi mapa, son mi GPS.
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