El guión de Talenta Mundi - Felicidad


Desde finales del 2017 y durante todo el 2018 tuve la gran suerte de colaborar en el programa de Jesús García, Talenta Mundi. Ya hablé de ese programa aquí. Voy a ir publicando los guiones de esos programas junto con el enlace al audio.



Uno de los objetivos vitales que nos marcamos es la búsqueda de la felicidad. Algunos se quedan con las frases positivas en cuadernos y tazas. Para otros se convierte en el centro filosófico de sus vidas. 

Pero, ¿y para nosotros, simples mortales que quieren aprovechar bien el tiempo que se dedica al trabajo, al ocio y a la familia? ¿Podemos ir más allá de las frases hechas sin tener que convertirnos en ascetas? Como he creído siempre a lo largo de mi vida, parte de la respuesta se encuentra en los libros. Y cómo no, en un programa como este, en la música.

Es 1956, y un joven de 22 años, original de Fiume, reino de Italia (actualmente Rijeka, en Croacia) acaba de llegar a EE.UU. con $1.25 en sus bolsillos. Hijo de Alfred, un húngaro perteneciente al cuerpo diplomático, el chico hablaba perfectamente húngaro, italiano y alemán. Durante la II Guerra Mundial, es enviado durante varios meses a un campo de concentración italiano, donde descubre el ajedrez. “Estar concentrado durante horas jugando”, nos dice el chico, “me permitió distraer la atención de todo lo que estaba ocurriendo a mi alrededor.” Quedaos con esto, es muy relevante para lo que viene ahora. 

A los 16 años conoce al famoso psicoanalista Carl Jung y es cuando decide que su pasión será comprender mejor cómo las personas organizan sus pensamientos, para bien o para mal. Es aceptado por la universidad de Chicago y ahí es donde comienza la leyenda. 

Porque hay muchas teorías acerca de cómo podemos ser felices en el trabajo. Pero sin duda una de las más serias, documentadas y aceptadas es la teoría del estado de flujo. Y su autor, Mihaly Csikszentmihalyi, es ese chico emigrante que empieza a reflexionar sobre por qué sus compañeros norteamericanos, que están en el país más rico del mundo y alejado de las atrocidades de la guerra, se encuentran tan alienados como los jóvenes europeos. Y ahí se da cuenta de que la felicidad, la satisfacción humana, no es pasiva, ni depende únicamente de factores externos. 

Poco a poco, establece esta teoría del estado de flujo (“flow” en inglés), en el que las personas consiguen encontrarse totalmente involucradas en una actividad de manera que todo nuestro ser se centra en la ejecución de la actividad en sí. Es el artista que de repente entra en un estado febril en el que no puede parar de pintar, escribir o esculpir. Es el deportista que durante unos minutos parece imparable sobre el terreno de juego. Es el investigador que avanza más en unas horas que en las últimas semanas de trabajo. 

Todo esto se explica finalmente, de manera elocuente, profunda pero también muy accesible en su libro llamado, como no podía ser de otra manera, “Fluir - una psicología de la felicidad”, de 1990.

¡Cuidado! Fluir no es “pasárselo bien” o “dejarse llevar”. No es “la película era tan buena que se me pasaron las tres horas volando”. Lo más interesante que nos cuenta Mihaly Csikszentmihalyi, es que realmente es una confluencia de varios estados. Lo primero de todo es que la acción que queremos realizar es desafiante, es decir, se encuentra al límite de nuestras posibilidades actuales. No entraré en estado de flujo si mañana me enfrento en un 1 contra 1 de baloncesto a Lebron James o a Steph Curry, dos de los mejores jugadores de la NBA. No es un desafío, es una carnicería. Pero sí que puedo querer terminar la siguiente pantalla del videojuego al que estoy jugando últimamente, o resolver ese problema del trabajo en el que llevo involucrado varios días. Hay una finalidad clara: ganar, resolver el problema. Además, la tarea ha de requerir un alto nivel de concentración, que nos aisle del resto de problemas que suelen resonar en nuestra cabeza. Por último, la tarea debe permitirnos estar en control, ser nosotros los que llevemos las riendas. Si lo conseguimos, pasamos a un estado de flujo donde el tiempo se altera. A las tres horas nos damos cuenta de que se ha hecho de noche, de que no hemos cenado… y de que tenemos una inmensa sonrisa de oreja a oreja por el resultado obtenido.

En la actualidad el concepto de estado de flujo se acepta como una teoría más completa que la de Abraham Maslow (aunque su obra “El hombre autorrealizado” siga siendo imprescindible) y se estudia en temas tan variados como el baloncesto (donde al estado de flujo de los jugadores se le conoce como estar “en la zona”), la medicina o los servicios de protección como los bomberos, etc. Libros como “El animal social” de David Brooks explican de manera sencilla cómo nuestro cerebro reacciona ante momentos de concentración y estado de flujo, y cómo nuestras emociones, deseos y normas sociales determinan la facilidad o dificultad con la que podemos llegar a ello.

El propio Mihaly Csikszentmihalyi escribió después libros más centrados en el estado de flujo y los negocios, pero recomiendo empezar por la obra original e imbuirse en ella de manera abierta para ver cómo nos afecta en todos los estadios de la vida. Porque conseguir crear una organización donde todos sus componentes estén involucrados, remen al unísono  y estén comprometidos con un objetivo atractivo es una tarea que va más allá de las sociedades anónimas o limitadas. 
Me gustaría terminar con un párrafo de la introducción del libro que ha ocupado hoy nuestro tiempo, que resume perfectamente todo lo que hemos hablado:
"De todos modos, no se puede alcanzar la felicidad mediante la búsqueda consciente de ella. «Pregúntese a sí mismo si es feliz –decía J.S. Mill– y dejará de serlo». Es al estar totalmente involucrados en cada detalle de nuestras vidas, sea bueno o malo, cuando encontramos la felicidad, no intentando buscarla directamente. Viktor Frankl, el psicólogo austríaco, lo resumió bellamente en el prefacio de su libro El hombre en busca de sentido: «No aspiren al éxito: cuanto más aspiren a él y más lo conviertan en su objetivo, con mayor probabilidad lo perderán. Puesto que el éxito, como la felicidad, no puede conseguirse, debe seguirse… como si fuese el efecto secundario no intencionado de la dedicación personal a algo mayor que uno mismo.»
Sean felices. 

Photo by MI PHAM on Unsplash

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