El guión de Talenta Mundi - Deporte y datos
Desde finales del 2017 y durante todo el 2018 tuve la gran suerte de colaborar en el programa de Jesús García, Talenta Mundi. Ya hablé de ese programa aquí. Voy a ir publicando aquí los guiones de esos programas junto con el enlace al audio.
Cuando suena este tema compuesto en 1925 por Ben Bernie y Maceo Pinkard, en este caso versionado por Brother Bones and His Shadows, los aficionados al baloncesto saben que comienza la magia. Es el tema que suele dar paso desde 1952 al espectáculo de los Harlem Globetrotters, los magos del baloncesto, cuya maravillosa historia se cuenta en el gran libro “Spinning the Globe” de Ben Green. Y así comenzamos esta nueva temporada, hablando de libros, música y, en este caso, deporte y datos.
El deporte profesional lleva utilizando datos para validar, mejorar, fichar o despedir a jugadores, técnicos y ejecutivos desde hace decenas de años. Sin embargo, es desde hace relativamente poco tiempo cuando la mayor parte de los deportes profesionales están empezando a tomarse muy en serio la utilización de datos para su toma de decisiones en todo momento. De repente, toda liga profesional no solo americana sino europea tiene en su staff a expertos de analítica de datos, que no están escondidos al fondo de la habitación sin ventanas, sino que tienen visibilidad, impacto y, en algunos casos, sueldos acorde a la importancia que tienen.
Hay dos momentos que considero fundamentales para entender esta nueva pasión por los datos. Uno es bastante conocido. En 2003, Michael Lewis publica Moneyball, un libro que narra una temporada completa del equipo de baseball norteamericano, los A’s de Oakland. Un equipo que a pesar de tener uno de los presupuestos más ajustados de la liga, llega a los playoffs constantemente e incluso pone las cosas difíciles a grandes equipos como los todopoderosos New York Yankees. Lo consiguen gracias a que su General Manager, Billy Beane, decide llevar mucho más allá el interés que ya existía en el equipo por la utilización de lo que se conocía como sabermetrics, las métricas alrededor del baseball, un término creado por el gurú de la estadística en este deporte, Bill James, de quien recomendamos una de sus guías generales.
Aunque aquí en España es poco conocido, el baseball es uno de esos deportes que siempre ha vivido de los datos. Sus fans miran con fruición cada semana los porcentajes de bateo, salvados, promedio de carreras limpias, etc. Pero Billy Beane y su experto en datos Paul DePodesta se dan cuenta de que el sistema de fichajes es ineficiente. Los scouts se basan en métricas incorrectas e incluso en “la pinta” del jugador, perdiéndose jugadores que, aunque no parezcan atletas, aportan lo necesario para ganar partidos. Y así lo demuestran durante varias temporadas seguidas, consiguiendo entrar en playoffs y batiendo records en principio vedados a equipos como este.
Seguro que la historia os sonaba porque en 2011 se hizo una película del libro, protagonizada por Brad Pitt y Jonah Hill.
Un libro muy recomendable sobre este tema es The Sabermetric Revolution de Benjamin Baumer.
Cambiemos ahora de deporte. El otro momento, quizá menos conocido excepto para los amantes de la Fórmula 1, es cuando por una vez se vio el valor real de los ingenieros de carrera.
En 2012, Sebastian Vettel llegaba a la última carrera del campeonato con una ligera ventaja sobre Fernando Alonso. Si quedaba entre los tres primeros, ganaba independientemente de lo que hiciese Alonso. Sin embargo, justo al empezar la carrera, un golpe trasero le dejaba último y con daños en el bólido.
La telemetría existe en la Fórmula 1 desde los años 80. En la actualidad, un bólido tiene más de 2000 sensores que envían terabytes de información a los ingenieros en tiempo real.
Al terminar la primera vuelta, los ingenieros de Red Bull ya sabían el alcance de los daños. Unas vueltas más y ya habían realizado decenas de simulaciones para dos cosas: primero, encontrar un arreglo temporal a los daños que habían encontrado. Segundo, para obtener una estrategia de carrera que permitiese a Vettel obtener los puntos necesarios para conseguir la victoria del campeonato.
Y así fue. Tras el pit stop de la vuelta 10, Vettel volvió a la carrera, quedó sexto y consiguió los puntos suficientes para que el segundo puesto de Alonso no sirviese para nada.
Desde entonces, no hay deporte profesional que no esté invirtiendo recursos y dinero en mejorar la obtención, procesamiento y toma de decisiones basada o informada en datos. El baloncesto es uno de los que más ha tardado, pero que ha influido decisivamente en el juego. Sensores con inteligencia artificial en cada cancha de la NBA y decenas de nuevas métricas que hace apenas cinco años no existian han transformado el deporte en un juego milimétrico donde se buscan los triples laterales como el tiro más eficiente, y se evita el tiro a media distancia por ser el menos. Ver un partido del 2010 es como ver otro deporte.
No es de extrañar que desde hace años haya conferencias como la MIT Sloan Sports Analytics Conference que congrega a miles y miles de deportistas, ejecutivos y analistas de datos.
Pero esto no se queda en Estados Unidos. El fútbol, nuestro fútbol, cada vez utiliza más la información procedente de los datos, y se demuestra con cargos como la dirección de Business Intelligence & Analytics en La Liga. Libros como Soccer Analytics cuentan en detalle cómo se puede medir un deporte tan complejo como este. Aunque también nos avisa de los límites de la obtención de datos, como se vio en Junio de este mismo año con la aplicación de LaLiga que obtenía acceso remoto al micrófono y al sistema de geolocalización del móvil del usuario.
La conclusión principal es que los datos son capaces de influir decisivamente en deportes que se suponían anclados en las “sensaciones” y la “experiencia previa”. En cualquier deporte es posible utilizar datos para mejorar áreas concretas, como nos cuenta de manera global el libro Mathletics. Nadie podía prever hace apenas diez años que el baloncesto se jugase como se juega ahora, ni que jugadores “de tercera” pudieran convertir a un equipo en ganador. ¿Qué se podría conseguir entonces en nuestra industria, en nuestro negocio? ¿Qué profesionales nos estamos perdiendo porque “no nos encajan"? ¿Qué oportunidades no se están teniendo en cuenta porque “no me huele bien”?
Eso sí, que ni los datos ni nada nos permitan perdernos la emoción del deporte como cuando Robert Redford consigue un increíble Home Run, en El Mejor, película de 1984. Tema, por cierto, de Randy Newman.
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