Meditando en un alojamiento civil-militar de Estocolmo

Ya he empezado mi “mes viajero”. A punto de pasar mi segunda noche en Estocolmo, en mi primera noche en un alojamiento un tanto particular que espero comprender mejor mañana (por ahora sólo llego a entender que me encuentro en un complejo relacionado con la defensa tanto civil como militar, a las afueras de Estocolmo; que ha costado un rato llegar aquí; y que el edificio donde me encuentro parece un alojamiento militar rehabilitado para civiles que participan en reuniones), me apetece alejarme un poco de temas técnicos y neurológicos (que ya habrá tiempo), y asombrarme de cómo momentos específicos marcan una vida. Este es un año de reencuentros, aunque ya en septiembre del año pasado comenzó. Desde ese mes hasta dentro de unas semanas, habré vuelto a ver gente que hacía 5, 8 o 10 años que no disfrutaba. Todos relacionados con un período concreto de mi vida, de tan sólo 6 semanas, que sin duda marcó, marca y marcará mi vida. Aparte del resto de experiencias que implica el viajar y conocer gente nueva, ambientes nuevos, etc., creo que muchas vidas (las que quedan entre las que no merecen ser vividas y las que disfrutan cada segundo) se basan en una serie de momentos muy concretos, diferentes para cada uno, que suponen los cruces críticos hacia los que se dirige su camino. En mi caso, ese viaje es uno de ellos, y de los más importantes (como algún otro cuatro años y seis años antes, por ejemplo, u otro 5 años después).

P.D. Aunque nunca lo leerán:Jag har ett möte med Martin, Carro, Elvira och Morris

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