Buscando desafíos: presentaciones a toda velocidad
Nota: este post fue publicado originalmente en el Blog de la Escuela de Negocios de Nebrija. Puedes leerlo aquí (parte 1) y aquí (parte 2).
Durante los años de carrera, “salí a la pizarra” sólo una vez, en segundo. Mi cabeza se bloqueó y no respondí a lo que me preguntaban. Mi timidez pudo a mi conocimiento de la asignatura. Años después, imparto clases en esta universidad y doy charlas “allende los mares”, pero nunca he perdido esas mariposas en el estómago. En el último mes y medio he ofrecido un par de charlas “desafiantes” que me han obligado a rehacer mis métodos de preparación de presentaciones. En un caso, tenía tres minutos y medio para explicar un tema tan complejo como “el futuro de los libros”
En el otro, una charla “Ignite”, con formato muy estricto: cinco minutos, veinte transparencias, cada una de las cuáles pasa automáticamente cada quince segundos.
Cuando se lleva mucho tiempo dando clases, se crea estrategias que simplifican la preparación. En mi caso, que utilizo el estilo de presentación introducido por Garr Reynolds en su libro “Presentation Zen”, esas estrategias me permiten encontrar abstracciones visuales fácilmente, y crear un hilo de conversación con los alumnos.
Sin embargo, estas presentaciones me obligaban a cosas a las que no estoy acostumbrado. A continuación quisiera compartir con vosotros lo que aprendí después de haber asumido ese reto:
(1) aprenderme parte del texto de memoria. Cuando existe una restricción temporal tan clara, un error de 10 segundos es demasiado. En la charla “Ignite” las transparencias duraban quince segundos, por lo que, si no de memoria exactamente, sí tenía que tener muy claro lo que quería contar.
(2) estructurar perfectamente la historia. Con tan poco tiempo no se pueden lanzar “ideas” sin más. Es necesario estructurar el tiempo para contar una historia, o qué tres ideas quieres que se queden, o cómo se empieza y acaba la presentación. Esto es un trabajo “sin powerpoint”: papel, boli, procesador de textos, dibujos, … hacer y rehacer hasta que poco a poco la historia surge.
(3) ¡preparar los chistes! Parece una tontería, pero fue uno de mis mayores problemas. En mis clases intento mezclar descripciones más o menos rigurosas con “cuentos del abuelo” e incluso chascarrillos. Pero estos últimos salen solos, no me los preparo. Sin embargo, si quería que estas charlas tuviesen algún componente simpático, tenía que estar preparado. Ahora respeto mucho más a los monologuistas
Como conclusión, se confirma una regla no escrita de las presentaciones. El tiempo de preparación es inversamente proporcional al tiempo del que se dispone para presentar. En el caso de la charla TEDx, me tiré más de dos meses de preparación para tres minutos y medio. Pero, personalmente, me mereció mucho la pena.
Por último, si os queréis reir de verdad, echad un vistazo a las presentaciones “battledecks” como éstas a partir del minuto 71. ¡Para esto sí que no hay preparación posible!
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